Cuando hablamos de necesidades básicas para nuestra sociedad, rápidamente podemos pensar en alimentación, salud, educación, trabajo, ambiente limpio y un lugar digno donde vivir. La “ansiada casa propia” se ha trasformado de la ansia de cualquier familia de tener un lugar propio donde formar familia y dar sustentos social niños, mujeres y adultos mayores en las ansias postergadas por décadas.
Hombres y mujeres fallecen esperando la concreción del sueño, otros tantos disuelven sus comités por los cuales tanto lucharon, otros hacen cuanto beneficio se les ocurre para juntar recursos y comprar terrenos o reunir los montos de ahorro. Cada año le exigen al municipio la construcción de sus casas. Pero el entramado es mayor, muchas EP (entidad patrocinante) aportan con un trabajo serio y responsable, otras tantas esperan la oportunidad de ganar el proyecto junto a su constructora; muchas veces es necesario que el Ministerio de Bienes Nacionales disponga de los terrenos con celeridad y en orden de prelación, que no siempre ocurre, que el Servicio Nacional de Urbanismo acelere procesos y entregue información concreta y así sucesivamente. Hace unos días el CORE creó la comisión de vivienda que busca entregar un orden principalmente a la compra de terrenos y si bien no está exenta de tironeos políticos es un paso que no soluciona el problema, pero entrega alguna luz de avance.
Nada profundizaremos acá de los proyectos, muchas veces sin áreas verdes o con plazas llenas de cemento o piedras, eso es para otro capítulo.
En vivienda se requiere trabajo conjunto, sin cálculos políticos, sin crear expectativas, sin reuniones a media penumbra prometiendo lo imposible porque nuestra sociedad requiere en este aspecto tan sensible, tan íntimo un mínimo de respeto y de información clara y trabajo conjunto. La deuda país en vivienda es gigante y muchas asignaciones de recurso muchas veces en otras carteras podrían estar perfectamente en proyectos que llevan más de 20 años esperando.
Por Pedro Burgos Vásquez, Alcalde de Panguipulli.
